12 jun 2011

Sartre y Camus y un poco de otros dos.

Hace bastante que no escribo ni publico nada en este blog, aunque quizás no sea sino por el simple motivo de que no tengo nada que decir, o quizás es que tenga demasiado, cosa que a la postre acaba siendo casi igual..., casi igual de inútil, podríamos decir.
Hombres más sabios que yo dijeron que siempre es mejor callar que hablar, y aún más si uno no quiere mostrar al mundo su torpeza pero, sinceramente, ni siquiera ellos seguían sus consejos y, además, ¿qué clase de aburrido mundo nos quedaría? Uno aburridísimo sin duda, quizás tan aburrido como una clase de derecho privado (todavía las recuerdo). Y ya que voy a hablar, hablaré de algo, y no estaré tan sólo tecleando por teclear sin aportarle lo más mínimo al pobre lector, tú, usted, que ahora me lee. Y... ya que estoy, escribiré un poco de filosofía, siendo así mi primera entrada de este tema.
No quiero hablar de los famosos, hablar de ellos es fácil, típico, y a la par que fácil y típico es aburrido; a nadie creo que le resulte productivo que yo le cuente ahora el mito de la caverna. Pues, no hablaré de ese griego, sino de otro, y también de otros tres franceses y de la visión un tanto pesimista de todos ellos.
El griego que os quiero comentar es Hegesias de Cirene (nunca recuerdo de dónde era, la verdad, pero gracias a Dios y al MEV que existe la wikipedia xD). Bueno, este hombre era algo curioso, y su historia un poco triste, porque no queda nada, absolutamente nada de su obra, y esto tiene una fácil explicación, el rey de turno mandó quemar todas las copias de su único libro y lo exilió, diréis ¿por qué?, fácil también, porque al contrario que sus contemporáneos (que eran hedonistas), él llegó a la conclusión (a través del mismo hedonismo) de que en la vida siempre habrá más mal que bien y también más sufrimiento que placer, de esta forma, todo iría siempre a mal, por lo que la mejor escapatoria sería la muerte. Una visión trágica que le llevó al exilio.
Pero para visiones trágicas también tenemos a otros tres franceses, aunque estos, al menos, no pedían a la gente que se suicidara.
Primero, cronológicamente, tenemos a Voltaire, que incluso escribió un libro satirizando la famosa frase de Lebnitz que decía que vivimos en el mejor de los mundos posibles, este libro se titula Cándido o el optimismo, por si alguien quisiera leerlo (yo no lo he hecho, pero espero hacerlo). Pero de este hombre sólo quería poco más que nombrarlo, para así explayarme un poco más con otros dos franceses, algo más cercanos a nuestro tiempo y contemporáneos entre ellos.
Son Sartre y Albert Camus, ambos existencialistas, aunque Camus se decía a sí mismo "absurdista".
Tanto en La náusea, del primero, como en El mito de Sísifo, del segundo, se postula que la vida carece completamente de sentido, que es un vivir por vivir, que se existe como costumbre, por carecer de oposición. Pero aun partiendo de las mismas premisas, ambos llegan a conclusiones distintas, y ambos también ven esta falta de sentido de forma distinta.
A Sartre le producía un vacío, una náusea que le abrumaba todo. En su libro, escrito en forma de diario, concluye el protagonista que la única forma de dar sentido a su vida (o más bien, de simular un sentido, ya que ninguna vida lo tiene) es crear una obra de ficción, escribir; ya que la creación de algo artístico e inútil es lo único que puede permitirle seguir existiendo pues, al fin y al cabo, es lo único que es.
Camus, partiendo también de lo absurdo, que es la base de su obra, llega a la conclusión de que, en lugar de dejarse abrumar y, simplemente, existir, el hombre absurdo (que es el hombre que se percata de que nada tiene sentido) deberá convertirse en el hombre rebelde y buscar el máximo número de experiencias y confrontaciones con el mundo absurdo y cuanto no le agrade de él, defendiendo así una continua rebelión hasta la completa conformidad con cuanto haya a su alrededor. Con sus propias palabras: "¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renuncar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es." [El hombre rebelde].
Pues, ante el sentido de la vida, estos dos concluyen que no sólo no se puede encontrar sino que no lo hay. A este vacío uno responde con el vivir sin más (Schopenhauer hablaba de la voluntad de vivir) y vivir, si acaso, a través de una obra de ficción, del arte; el otro afronta el absurdo a través de la lucha y la búsqueda de experiencias. Aunque, para ambos, nada tiene el más mínimo sentido y la aceptación de eso mismo es lo más básico a lo que hay que llegar, ya que se existe porque sí, al igual que porque sí también se sigue existiendo.
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