Nunca ha habido personas malas, quizás muchos penséis que los nazis no fueron esencialmente unas hermanitas de la caridad, pero entonces tenemos que definir qué queremos decir con personas.
Regí mi vida por un único precepto, que he intentado universalizar al más puro estilo kantiano: “tus derechos terminan donde empiezan los de los demás”. Un ser humano que vive buscando un bien común (por pequeña que sea la comunidad), la felicidad, o cualquier otro objetivo, si cumple con esta máxima, estará obrando bien.
No creo que hoy día haya en el planeta siquiera 10 millones de personas. Los seres humanos estamos aferrados a un mundo global donde en el jardín de al lado hay quien muere de hambre y el garaje del vecino de enfrente la puerta reluce por la radiactividad, una calle que, por desgracia, no es ni ancha ni larga, todos vivimos juntos y no podemos evitarlo, si no queremos dar de comer al vecino (y encima soltamos al perrito en su bonito césped para que se parezca un poco más al nuestro…), ni dar parte a la policía porque el garaje de enfrente ha hecho que tu hámster lea el periódico por las mañanas, debido a que el moribundo vecino no es tu responsabilidad, y el garaje te promete beneficios, vamos por el mal camino, pero es el mal camino global.
Hoy día nada sorprende a nadie porque todos quedamos gratamente alterados con cualquier noticia, gratamente porque reconforta pensar que no es uno el malo y no lo puede evitar. ¡Mentira!. Ese es el nombre de no decir la verdad a sabiendas, la sociedad miente, sus líderes son unos ignorantes desalmados de cartera inflada, su ciudadano, un inculto hipócrita que sólo busca su bien. Es fácil encontrar ejemplos de todo esto, ejemplos de cómo un pueblo oprimido y en condiciones de vida medievales es noticia durante un mes para luego ser olvidado por todos sin haber cambiado nada. Por este motivo afirmo que no hay personas malas, conozco a pocas personas. ¿Personas importantes? Todas. ¿Famosas? Esa pregunta se las dejo a ustedes.