11 abr 2011

Lo que soporto

Realmente me duele. Me duele y hiere mis ojos tener que leer las cosas que he tenido que leer, y de nada menos que de licenciados con más años que la disolución de la mili. Tener que soportar faltas ortográficas a decenas… y hay quien podría decir: “Bueno, habrán sido erratas”, no, no las eran, que también he tenido que soportar queísmos, comas donde no solo no hay que ponerlas sino que son una completa falta de sentido gramatical y lógico y atentan contra ambas, faltas gramaticales que ni sé nombrar, palabras mal escritas (señores, se dice “carné”, que el castellano castellaniza lo no castellano (algo curioso y digno de comentar, cosa que haré otro día, siendo posible, con profundidad), y el que todos, cuales gabachos, digan “carnet” no lo hace correcto), pronombres interrogativos sin tilde y tantas, tantas otras cosas que en estos instantes, quizá por suerte, no me acuden a la memoria… Lo más difícil, lo más insoportable, no es tener que estudiar doscientas páginas en una semana para un estúpido examen de Marketing; lo más insoportable es que el libro lo hayan escrito una panda de analfabetos titulados encabezados, probablemente, por el que mejor “escriba” de todos ellos, y que sea otra que aún peor escribe la que haya de corregir mi examen.

Suerte que mi amantísima profesora, cuyo nombre no recuerdo (y esto no es ningún recurso literario), no habrá de leer cuanto yo he escrito ni habrá de saber, si lo leyera, que soy su alumno. Ventajas de no asistir a clase.


El mundo entero me escucha, y el mundo sabe
que cuanto abarca mi pensar es arribar donde te encuentras,
donde te encuentras, tú, sin más, sin mí, mas yo contigo;
que no habrá un solo instante mientras viva en que no piense y no te sienta y no te tenga
en mi corazón, conmigo.


PD: Se dice "y hiere".
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