La poesía y la política son dos cosas muy distintas y solo tienen en común a los hombres como creadores suyos y a cuanto uso indistinto hagan estos de aquellos dos.
La poesía es arte. En cambio la política es oficio y, como mucho y con optimismo excelso, es pasión y voluntad de cambio; o al menos estas son las cosas que la política habría de ser.
La poesía es un estado del alma, una manifestación de la misma escrita en versos y, a veces, en prosa; es la pugna del idioma contra lo inefable, la pugna de la mente contra el instinto, de la tinta contra el blanco folio. Por lo tanto, la poesía no es la pugna (o lucha) de clases, ni elecciones, ni democracias, ni dictaduras, y ni tan siquiera la búsqueda de libertades; la poesía es libertad pura y, como tal, está por encima de las otras, incluso está por encima del bien y del mal, de la moral y de la ética, de la razón y de lo políticamente aceptado.
Dicha esta breve reflexión sobre la poesía, digo: “ningún poeta debería ser olvidado por sus creencias”.
No hay quien desconozca que durante la dictadura fueron censurados muchos poetas por, simplemente, sus creencias; creencias tan legítimas como las de cualquiera, ya que el Hombre es libre de pensar lo que quiera, pues cuanto importa es que, al menos, piense (opinión del que os escribe). Fueron olvidados tanto Lorca, Alberti y Antonio Machado como otros tantos poetas de iguales convicciones, pero ¿y llegada la Constitución? Pues tras ella, por supuesto, éstos dejaron de ser olvidados.
Yo he nacido en una democracia más que establecida y constituida, en una plena democracia parlamentaria y liberal, pero lo que antes fue Antonio ahora lo es su hermano, Manuel, y en mis estudios ni tan siquiera fue nombrado José María Hinojosa (y si lo fue ni me acuerdo), y muy de pasada lo fue hecho Pemán.
En mi humilde opinión como escritor (siendo quizás más un escribidor que otra cosa), el trato dado a la memoria y obras de estos tres (por decir algunos, que son más) poetas españoles del siglo XX, cuyo único delito fue apoyar al bando que, vencedor, más tarde fue vencido, es un delito aún mayor que el que pudiera ser el devenido directamente de la política; que la censura, el acallamiento o el olvido es incluso peor que la pena de muerte, pues ataca a lo único que queda tras la vida: la memoria. Que, personalmente, tengo a Manuel Machado como a un poeta sólo superado por Bécquer, y a Hinojosa lo tengo, porque lo es, como el máximo exponente del surrealismo español. Y todo lo demás sólo son politiqueos y luchas inútiles que quedan por debajo del Arte, siempre imparcial, siempre humano.
Y, para terminar, un poema:
Entre el rumor de coches, de motores,
el viento lleva arrastrando por el aire, por el suelo,
las hojas verdes, la arena parda, las almas rotas.
Y el sol, casi en su cénit,
alumbra al mundo entero, o al menos medio,
y el gris se recalienta, el asfalto,
mas aún no hace calor, ya que aún es marzo.
El año aún es nuevo, todavía,
más tarde o más temprano, siempre al año,
el dicho morirá, como el pasado,
y entonces quedará un año menos
para perderme al viento, como Cicno,
para en buscarte irme, como Orfeo.