27 sept 2010

Réquiem

No es un día de otoño, ya saben, el día de cielo oscuro, humedad y hojas marrones saltando de los árboles. Por suerte tampoco es de esos días de invierno (de las películas, yo no he visto ninguno aquí) que te obligan a tener más pieles que una cebolla y en los cuales la nieve parece una gruesa moqueta.

Hoy hace un día normal en mi ciudad (un esquimal diría que hace calor y un congoleño tendría anorak), puedes salir en camisa y pantalón cortos y sentir frío, calor y frío de nuevo al caer la noche. Son irritantes tantos cambios de temperatura, al menos lo eran, hoy me libro gracias a la medicación que tomé anoche. Era necesario, tenía un funeral y debía estar preparado, no quería faltar ni desmoronarme, tengo que parecer fuerte delante de todos, necesitan creer en algo en este momento, éramos íntimos y, pese a alguna disputa puntual, los mejores juntos y poca cosa solos.

Salí demasiado tarde del hospital anoche (de ahí las pastillas), por lo que casi llego tarde al cementerio, nada de misas previas. Al acercarme casi olía la sangre de las paredes, las lágrimas de las lápidas y la colonia de los asistentes, casi, pero gracias a las milagrosas píldoras me ahorré el hedor. No sé quién es capaz de perfumarse en un entierro, en ese momento la gente viene a ver a alguien que no eres tú, tu no importas en un funeral (en casi todos) y la persona que importa no va a notar que no llevas la nueva fragancia de Hugo Boss.

Tampoco entiendo el traje. A mí personalmente es una prenda que me gusta, me resulta cómoda y además debo llevar (por mi posición), pero los demás no tienen porqué. A buen seguro que más de uno sólo llora hoy porque la corbata le asfixia. El problema es que tanta medicación ha hecho que haya olvidado los calzoncillos, acompañada de una alarmante erección, sucesión de acontecimientos que pueden ofender a muchos remilgados que ni siquiera conocían al difunto (desde luego no a la viuda, claro, ya nos conocemos de cuando éramos jóvenes).

Detesto las caras largas que veo a mi alrededor, son desconocidos que probablemente vengan por el velatorio y las gambas que conlleva. Mi difunto amigo me convenció en una ocasión cuando éramos estudiantes que, a base de bautizos, bodas, comuniones, despedidas de soltero, divorcios y funerales era capaz de vivir indefinidamente sin más gasto que el de la gasolina. Sólo consiguió vivir sin comprar nada tres semanas, pasadas las cuales todos los cáterin (incluido el que nos sirve hoy) lo reconocías y avisaban al señor de la cartera. No obstante consiguió ganarse la vida con los divorcios: cobraba la mitad que en las bodas.

Siempre he comprendido a la gente que busca inmortalizarse a través de sus acciones (y no me refiero a las que cotizan), la fama póstuma. Sé que no es más que un exceso de vanidad, que el muerto al hoyo, que el bien que no he de gozar tampoco tengo que buscar, sí, pero me hubiera gustado que hoy se decretase día de luto nacional, que la radio mentase al ilustre que nos deja, pero nada, sólo queda el consuelo que los amigos nos reunimos después de mucho.

Las pastillas me enturbian un poco la escena, pero no puedo permitírmelo, es mi primer funeral y, aunque no tengamos clérigo alguno que oficie la ceremonia, todos cumplirán con la parafernalia de despedirse y tirar algo de tierra. Estos funerales eran antes exclusivos de las películas, pero siempre nos resultaba divertida la intrigante espera de que alguien dijese realmente lo que pensaba y sentía. Como es natural nunca sucedía, pero tenía que intentarse.

Hoy dije la verdad: que sólo unos pocos conocían, que menos apreciaban y que casi a ninguno quería. Para variar nadie prestó atención, nadie escuchó más allá de unos versos. Les agradecí a todos lo que había hecho (salvo a los graciosos colecciona-calzoncillos de la funeraria). Era mi primer entierro y el último también. Mi poco pelo seguía saliendo de la barbilla. Llegué justo a tiempo, un poco más y se arma la de dios si no llego a aparecer, menos mal que con el calor la ciudad huye y no hay tráfico, de haberlo habido habría ido dando un paseo…

Leer más...

25 sept 2010

Respuesta al día 23 de Septiembre

No, no estamos en un foro de debate, pero la entrada de mi compañero me hizo reflexionar sobre un tema que ya tenía claras las cosas y tengo que escribirlo (total, nadie lo va a leer):

Absurdo.
El tema de las corridas de toros es muy complicado, el que se mantenga esto es absurdo.
Es obvio que el toro de lidia se extinguiría sin el toreo (su carne es demasiado fribrosa y nadie está dispuesto a tener un toro bravo en su finca si no produce money). No obstante la solución yo siempre la he visto clara: no matemos al toro. Es obvio que no entiendo de toros por lo que acabo de decir, es más, muchos se me echarán encima diciendo que el remate es muy importante, etc. Yo solo digo una cosa, el toro tiene una dignidad que me la repanpinfla por no decir otra cosa mayor (teniendo en cuenta lo que nos importa la dignidad de los niños vietnamitas que son explotados para fabricar nuestras deportivas). El cerdo nace y lo unico que ve son 2 m2 (y ya son) y mierda y comida por todos lados que engullen por igual; y nacen para morir, para alimentarnos. Muchos se refugian en el hecho de que el toro nace para alimentar nuestra sed de arte, sed de tauromaquia o como quieran llamarlo. Ambas cosas me parecen inaceptables y antinaturales, pero como la vida moderna tiene más de moderna que de vida, si aceptamos que las gallinas (otro animal) sean maltratadas desde su nacimiento hasta su plato (si, esta vez me refiero al de usted) no veo como se echan las manos a la cabeza porque un toro que ha vivido mejor que yo (que ya es decir) sufre durante un día una muerte dura (que comparada con la de los niños en Sierra Leona es una chiste). Bien, el bicho sufre, y como somos progres vamos a prohibir las corridas, y ahora dejamos que a su primo le pongan petardos en los cuernos y que en Libera la esperanza de vida sea de 37 años.
Si es que (con acento madrileño) semos la ostia.
Leer más...

21 sept 2010

Pesadillas

¿Alguna vez ha estado en el dentista?¿Le han puesto una de esas inquietantes inyecciones en la boca? Me refiero a una de esas anestesias en las que un leve pinchazo (que finges que no duele pero que, por si las moscas, recibes con los ojos cerrados) te enmudece. Estás panzarriba como un insecto muerto, con una luz deslumbrante que dirías eres el cadaver en un quirófano apunto de ser victima de un desnudo integral, digamos un desnudo orgánico. Rápidamente ves que no es así ni deja de serlo, sino todo lo contrario: el doctor te hace preguntas para relajar la tensión, pero poco a poco comienza un minucioso interrogatorio sobre tu higiene dental y tus hábitos con el tabaco, un interrogatorio durante el cual el (llamemos) matasanos te distrae mientras urga en el interior de tu cavidad bucal para extraerte esas cosas que son médicamente insanas, pero que antes eran tuyas. Finalmente, tras un tedioso rato termina y puedes ver tu querida muela del juicio (esa que te otorga tu recién adquirida madurez) en una bacía. Sabes que el resto de tu boca está intacta, no la sientes, pero sabes que está ahí. La boca te arde si tomas algo frío, tu lengua no saborea nada y, por si fuera poco, cuanto se te pase la anestesia sabes que algo te va a doler, sea lo que sea, tiene que doler.

Ahora mismo me encuentro recién salido de una intervención ortodoncística que desconozco. Duermo sin descansar, hago el amor sin amar, ¡hasta como sin degustar! Reconozco los síntomas de esta ataraxia y esta apatía sistémica, lo que no encuentro es ni el tratamiento adecuado, ni el origen de este mal. Llevo meses en los que me asaltan pesadillas, mi madre apela a mi conciencia, mi padre a mi estupidez y mi hermano… bueno, a mi hermano esto le viene un poco grande. Quizás sea un poco de todo, tal vez me sienta culpable por algo que me impulsó a hacer mi gilipollez evolutiva (crece a razón de la edad y la generación en mi familia) y tal vez hasta a mí se me quede grande esto y no pueda más que limitarme a escribirlo con al esperanza de que llegue alguien y encuentre el medicamento apropiado, yo hace mucho que renuncié a ser médico, me gusta demasiado ser paciente y automedicarme con bares, música, libros y erotismo. Es posible que no encuentre el remedio porque no quiero verlo, o que lo haya probado y no sea compatible conmigo, sea como fuere voy a tomar la medida desesperada más cobarde: voy a esperar y seguir adelante.

Leer más...

10 sept 2010

Jean de Lafontaine

El viernes pasado fui a mi casa de la playa. Buscando algo que leer vi un libro cuya caratula me era familiar de haberla visto mucho y no haberla leido, cosa que suele ocurrir. Me fijé en que conservaba el codigo de barras con el precio. Fue un regalo que mi padre me hizo hace 10 años ¡y no la habia leido!. Son cosas que no me suelen ocurrir asi que empecé a leerlo. Por aquel entonces (con 8 años) estaba empezando a aprender frances, de modo que mi padre con toda la buena intencion me compró un libro de Jean de Lafontaine, el mayor fabulista de la historia (con fabulas como la cigarra y la hormiga, etc.), claro que cometió un error, y en vez de comprame sus fabulas me compró sus cuentos... los cuales tienen un gran sentido del humor, pero son excesivamente picantes para un niño de 8 años (generalmente tratan de amorios, cuernos, clerigos pedofilos, etc.) Claro que quizás el haberme leido alguno de esos cuentos cuando tenía 8 años pueda haberme cambiado en mi forma de pensar, quien sabe, lo único que puedo decir es que me los acabé en un día y son fantásticos, aquí dejo uno, que es el más suave:

Soeur Jeanne ayant fait un poupon,
Jeûnait, vivait en sainte fille;
Etait toujours en oraison;
Et toujours ses soeurs à la grille.
Un jour donc l'abesse leur dit :
Vivez comme soeur Jeanne vit,
Fuyez le monde et sa séquelle.
Toutes reprirent à l'instant :
Nous serons aussi sage qu'elle,
Quand nous en auront fait autant
Leer más...